El frío, como ya sabemos, es uno de los métodos más antiguos de conservación de los alimentos, ya que si bien, no elimina los microbios que haya en los mismos, sí que ralentiza su proliferación. El mantenimiento de una determinada temperatura de refrigeración o congelación de los alimentos a lo largo de todos los procesos a los que son sometidos, es lo que llamamos mantenimiento de la cadena de frío.

Con un ejemplo práctico lo entenderemos mejor: La carne de un pollo que ha sido sacrificado en el matadero, es enfriada rápidamente y almacenada  a una temperatura de refrigeración menor de 5ºC. Después, esta carne de pollo, será transportada hacia la carnicería en un vehículo especial de con generación de frío, manteniendo la temperatura por debajo de esos 5ºC. En la carnicería, es obligatorio el disponer de cámaras o vitrinas refrigeradas donde mantener la temperatura de la carne que les llega. Posteriormente, el consumidor, adquiere dicha carne y la transporta a su domicilio, donde debe consumirla de inmediato, o bien, almacenarla en su frigorífico o congelador.

Si en alguno de estos pasos, existe un problema en los equipos frigoríficos, no se garantiza el mantenimiento de la cadena de frío, y por tanto, se da lugar a que los microorganismos que contiene la carne, se desarrollen, y pongan en peligro la seguridad del alimento para poder consumirlo.

En la industria alimentaria, el mantenimiento de la cadena de frío debe estar perfectamente controlado, mediante procesos de vigilancia  muy frecuentes y utilizando termómetros calibrados. La ruptura de la cadena de frío es muy frecuente a nivel consumidor, ya que el mismo, transporta el alimento en condiciones no idóneas, y la temperatura de almacenamiento posterior tampoco es la adecuada.

En THA, diseñamos programas formativos en higiene alimentaria para distintos establecimientos de hostelería e industrias alimentarias, impartiendo cursos de formación y charlas, en los que damos una importancia fundamental al mantenimiento de la cadena de frío